La navidad es por antonomasia un sueño.
Una navidad más, quizás una navidad menos. No todos los recuerdos son hermosos en éstas fechas tan especiales para unos y tristes para tantos. Son recuerdos absurdos de esa tarde, de esas noches, de esas pernoctadas sin sentido en las cuales esas reminiscencias hieren en el alma como un golpe en el corazón. Los recuerdos mantienen vivas esas ganas de sentir dolor o felicidad, cualquiera de las dos, pero que hace que sean estados de la mente, la que nos miente diciéndonos que todo estará bien.
Son los finales, todos los finales los que duelen. No importa, sea cual sea duele que sea un final; pero estoy tan acostumbrado a los finales dolorosos que mi mente ya no se preocupa porque sea un final o un nuevo comienzo. Odio los 31 de diciembre, pero más que odiar esa fecha, odio es la manera como se celebran. La falsa hipocresía que hace que odien en silencio pero se den abrazos calurosos llenos de ira, rabia pero que por ser esa misma fecha, se disfrazan de amistad, quizás hasta de amor. Aquella tarde en la que soñaron una casa, una vida, unas factura, un amor. Esa misma tarde se acabaron todos aquellos anhelos que, inconscientemente, herían y mataban cada segundo de su futuro. Se ilusionaron sobre otra falsa ilusión: el amor eterno. Para qué mentirnos? Eso de amor eterno no creo que exista, más bien son esos sueños los que nos dan una felicidad efímera, llena de deseos y trasnochos, pero por encima de todo sueños.
No sé quién fue el primero que empezó a soñar, o fue que la vida empezó en un sueño pero tanto onirismo me causa nauseas, ganas de llorar de la rabia; no basta con vivir de sueños, hay que ver la porquería de realidad en la que nos desenvolvemos para darse cuenta de que los "sueños" son una simple ilusión mental que los psicólogos, sacerdotes, Coelho y Arjona han promulgado como la salida al dolor. Para mi los sueños son tan patéticos como los personajes mencionados anteriormente. Pero ellos no tienen la culpa de ser así, es culpa de los sueños haberlos transformados. La navidad, aquel estado de la mente, aquella invención neo-liberal para vender y comprar, para conformar ese espíritu capitalista, consumista y confirmarlo como un sistema destructivo y auto-destructivo, es la fecha que más odio, más detesto pero que más amo. Los sueños si existen, existen para los que crearon la navidad, ellos soñaban con lucrarse y lo lograron. La Iglesia soñó con tener miles de millones de estúpidos como seguidores fehacientes de esa falsa religión, y lo lograron.
No se cansen de soñar pero, por favor, cánsense de vivir.
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